domingo, 18 de septiembre de 2011

La ninfa ingenua (Matías Ezequiel Aranda, 4to. Et. I)

Era una mañana primaveral en Bahía, “Caimán” estaba cerrando sus puertas luego de una larga noche y Mariela, una de las ninfas que bailaba en aquel bar, se preparaba para el largo viaje que la traería de nuevo a su humilde hogar.
 Ella vivía en las afueras de la ciudad con algunas amigas (el propósito era dividir el alquiler ya que su sueldo no era abundante). Por desgracia, el trayecto que tenía para volver a su casa desde “Caimán” no era el más confortable, ya que el colectivo que la llevaba pasaba por suburbios en los que se subían muchos sátiros. (Claro que esto no era un gran problema para ella ya que en su trabajo lo que más abundaba eran sátiros, que la veían bailar, aunque tampoco era de su agrado tener que estar con ellos hasta llegar a su casa.)
La mayoría de las veces que Mariela iba a trabajar, regresaba con Juana, una de las amigas con quien vivía y trabajaba en el mismo lugar; sin embargo, esa semana no había podido trabajar ya que estaba enferma,  por lo cual Mariela tuvo que viajar sola durante toda esa semana.
Si bien para Mariela era normal estar con sátiros alrededor, esa semana había algo inusual en uno de ellos: en la parada de Callao y Corrientes subió al colectivo un sátiro muy raro para ella, ya que parecía más agradable que todos los demás; más pulcro y, además, se vestía bien
Compartieron algunas palabras esas veces que ella viajo sola; de hecho, Ramiro, el sátiro, era muy amable y simpático. Esto no era normal en ellos, dado que por lo general se destacaban por ser poco amigables. Vivian borrachos  y eran bastantes guarangos y  les encantaba hostigar a las ninfas.
Esta noche Ramiro volvió a hablar con Mariela, y se ofreció a acompañarla hacia la casa ya que había unos sátiros, que como siempre, la estaban molestando. Ya fuera del colectivo y habiendo caminando las seis cuadras que la separaban de la parada del colectivo a su casa, decidieron sentarse en un banco de plaza que estaba de camino.
 No había que ser muy inteligente para darse cuenta de que a Ramiro le atraía mucho ella; una de las grandes características de las ninfas es su gran belleza, así que para Mariela era algo normal sentir que los sátiros la deseaban. Luego de conversar un largo tiempo, Ramiro se acercó lentamente a ella, y muy romántico como un gran galán, la besó.
 Para Mariela esto fue muy raro, ya que ella jamás se había sentido atraída por uno de ellos, pero Ramiro la había hecho sentir tan bien que ella continuo besándolo. Lo que menos se esperaba Mariela era que este sátiro en realidad solo estaba mintiendo. Cuando ella menos lo esperaba, Ramiro sacó su cuchillo y se lo clavo en la garganta; luego de que Mariela dejara de dar señales de vida, la cargó en su lomo y la llevó hasta la casa en donde vivían los demás sátiros; entre todos, la pusieron en una hoguera y la tiraron en el fuego. Ellos hacían esto cada seis meses para rendirle culto al dios Baco.

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