lunes, 19 de septiembre de 2011

Un gnomo y un borracho (Sebastián Trombino, 4to. Et. I)


En un bosque grande, alejado de la ciudad se encontraba el gnomo Carlos, el cual era petiso, narigón y un poco feo; sin embargo, Carlos no era un gnomo como los demás, sino distinto, ya que era un poco vago pero inteligente y también tenía muy buen humor.
   Una noche, cuando toda la familia dormía, Carlos decidió llevarse todo el oro de la familia para poder conocer la ciudad, que siempre había querido conocer. Caminó toda la madrugada, hasta que en la ruta se cruzó inesperadamente con Juan, quien estaba ebrio. Él, un poco sorprendido por ver a un gnomo en medio de la ruta, le preguntó cómo se llamaba, a lo cual el gnomo le contestó y le preguntó si lo podía llevar a la ciudad. Juan accedió amablemente.
   En la tarde, cuando se despertó Juan, vio al gnomo y se asustó. Él le dijo-¿Quién sos? ¿De dónde saliste? ¿Cómo llegaste a mi casa?. Y el gnomo le contestó: -Soy Carlos, nos conocimos en la ruta cuando te pedí si me podías llevar a la ciudad y vos aceptaste-. Juan, sorprendido, no podía creer que había un gnomo en su casa, pensaba que todo era un sueño.   Luego de una larga charla, Juan decidió que se podía quedar en su casa, pero solo por una semana y también le prometió que lo iba a llevar a conocer la ciudad.
   A la noche siguiente Juan decidió llevar a Carlos a un bar; le dio ropa nueva para que no reconocieran su identidad: esa noche tocaba una banda de rock. Juan le pidió al mozo dos whiskies y una botella de vino. Carlos, sorprendido al ver todo lo que  había pedido, dijo:-¿por qué pediste una botella de vino?- Ante lo que Juan respondió: -Es para ahogar las penas-.
Carlos se tomó su whisky y su empezó a nublarse, pero se quedó escuchando atentamente a la hermosa cantante. Juan, ya un poco ebrio, se  acercó hasta la cantante y la invitó a tomar un trago, a lo que la cantante accedió, luego de aceptar el trago.
Juan se quedó hablando con la cantante intentando seducirla y luego de un rato, decidió presentarle a Carlos; en ese momento notó que el gnomo ya no estaba. Al no verlo,comenzó a buscarlo: primero, en el baño, pero no estaba. Empezó a preguntarle a la gente si habían visto a una persona de estatura pequeña, a lo que respondían que no; excepto por una mujer que le dijo que lo había visto del bar
Juan le agradeció y se fue a tratar de encontrarlo.Ya en la calle, empezó a preguntarle a la gente si habían visto a un hombre pequeño; la gente le respondía que no y hasta algunos lo esquivaban. Ya desesperado, recordó que en una charla Carlos le había confesado que quería conocer el casino, por lo que Juan se dirigió directamente hacia allí; y ahí lo encontró, rodeado de chicas lindas y de gente, apostando el oro de su familia en la ruleta. Se acercó y le preguntó qué estaba haciendo allí:
 – Estoy apostando, ¿o no ves?- respondió Carlos, riéndose. –Ya llevo ganado mucho dinero, creo que estoy de racha- continuó. Carlos. Juan le dijo: -Ya basta, dejá de apostar, porque te vas a ir sin nada-
 -Espera en un rato y dejo de apostar – respondió. Carlos. En veinte minutos, ya había conseguido el doble de lo que había llevado.
 – ¡Vámonos ahora! , antes de que nos vengan a sacar-dijo Juan. Carlos vio de lejos que se acercaban los oficiales de seguridad. Agarró la plata y empezaron a caminar rápidamente hasta la salida.Una vez afuera, Juan le preguntó cuánta plata había ganado: Carlos le dijo:
 – Aproximadamente,  un millón de dólares-. Le dijo también que ya extrañaba su hogar y que quería volver. Juan, sorprendido por la plata que había ganado, le dijo que al día siguiente lo llevaría hacia el bosque.
   A la mañana siguiente Carlos, con un poco de dolor de cabeza, le pidió a Juan si lo podía llevar a dar una última vuelta a la ciudad y después, al bosque.
   Una vez en el bosque  Carlos se despidió de Juan y le dio una parte de lo que había ganado:
-Tomá, esto es para vos. Gracias por mostrarme la ciudad-.dijo Carlos
 -De nada, fue muy divertida la noche de ayer-respondió Juan.
–Hasta pronto- le dijo Carlos y Juan respondió:
 –Hasta luego.
 Juan se subió al auto y se marchó mirando cómo Carlos empezaba a caminar hacia su hogar.

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