lunes, 5 de septiembre de 2011

Adán, esa hoja no es tuya (Federico Labate, 4to. Et. III)

  Aunque la historia ya esté contada, y todos sepamos que Eva fue la esposa de Adán,  que todo lo hizo Dios, y todas esas cosas aburridas que nos enseñan desde que tenemos cinco años, este cuento tiene que ser narrado igual, y nada mejor que hacer un poco desorden histórico.
                En aquellos largos años, Lilith solía ser una serpiente, pero también era la esposa de Eva. Adán custodiaba todo desde arriba, y Dios, era un simple mortal, celoso de Lilith, por cierto.
El problema era quién tenía que comer esa simple manzana – (manzana verde, ya que si la manzana fuese roja, sería el color del amor y amor en ésta historia es lo que sobra) – en fin, la manzana la tenía que comer Dios. Él era un estorbo en éste paisaje; imagínense por unos segundos: el verde césped, los árboles que florecían, un arcoíris aunque nunca hubiera llovido, porque el sol calentaba a los agradables 23°c, y a un costadito, amargado, dejando pasar la vida en el paraíso... Dios. Que con sus anteojos solo podía ver el amor entre Lilith y Eva; Él decidió subir a la copa de un árbol para poder encontrar la palabra del señor Adán; le hizo un planteo con dos opciones a seguir: o le concedía el amor, o él mismo por sus propios métodos comería la manzana prohibida. Adán aceptó su propuesta y puso en marcha un plan para que pudiera dejar de mirar penosamente el amor entre las dos mujeres.
                A la mañana siguiente, cayó del cielo, en paracaídas, Caín, con el simple objetivo de conquistar el corazón de Dios. Empezaron a hablar de sus vidas: Caín le contó aquella batalla ganada contra Abel, y esas cosas exageradas que comúnmente hace un hombre para conquistar a otro de su mismo sexo. Esa noche, los cuatro integrantes del paraíso decidieron hacer una fiesta para distenderse un rato, y Caín no pudo evitar mirar los radiantes cuerpos de Lilith y Eva, por lo que decidió jugarse unas fichas. No bastó con que Dios se fuera un rato al baño, para volver y ver la pareja de tres integrantes, repartiendo besos entre ellos.
                Dios, decepcionado y cumpliendo con el plan que le había planteado a Adán, se encargó de ir y prender el horno en la cocina, enmantecar una fuente, e ir a buscar un par de manzanas al árbol prohibido (la receta decía dos o tres). En fin, terminó de hacer la torta de manzanas, subió de nuevo a la copa del árbol y, ya entregando su cuerpo al Todopoderoso, la comió, y quedó sedado de por vida. Los otros chicos, con un postre en la mano, lo encontraron, gritando a los cuatro vientos que solo tenía que esperar 5 minutos más para que se enfriaran los brownies.

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