lunes, 5 de septiembre de 2011

Un local muy misterioso (Maximiliano Gómez, 5to. Cp. II)

A pesar de ser un verano muy bueno para el crecimiento de cultivos y plantas, en el jardín de la casa no se podía apreciar la más mínima señal de vegetación, era un suelo seco y muy infértil.
Era una mañana de mucho calor. La dueña de la casa preparaba el desayuno, mientras su marido despertaba a los chicos. La pareja tenía tres hijos Juan, el más grande de 10 años, y sus dos hermanos gemelos, Federico e Iván de 5. A pesar de su corta edad, Federico era un chico tranquilo y bueno (todo lo contrario de su hermano Iván, quien era un chico demasiado inquieto, fanático de los dibujos animados.)
 Como todos los sábados, la familia desayunaba temprano para poder salir a hacer las compras semanales a la feria de su barrio.  Sin embargo, esa mañana en la feria ocurrió algo que nunca había pasado antes: Iván, el más pequeño de los hijos, se interesó en una estatua pequeña, con sombrero rojo, a la que comúnmente se llama “enanitos de jardín”, que se encontraba en uno de los puestos más alejados del parque, donde había objetos que el niño ni conocía y donde el señor que atendía parecía tener muchos años de edad  y misterio.
 Iván le dijo a sus padres que quería la estatua, pero al padre de la familia no le gustaba mucho la idea de comprar un objeto tan extraño en un local de la feria que jamás había visto antes; el niño, ante la negativa, empezó a llorar gritando desaforadamente que quería esa estatua. Los padres se sorprendieron, porque no sabían cuál era la razón y tampoco por qué le daba tanta importancia a ese objeto. Sin embargo, la llevaron igualmente para complacerlo.
Luego de salir de la feria, se dirigieron a su hogar;a allí vieron que no tenían dónde colocarlo. A pesar de no saberlo, el niño decidió ponerlo en el patio,  justo al lado de la puerta de entrada sobre el pasto quemado de su jardín. Esa misma noche ocurrieron cosas inimaginables.
Al levantarse esa mañana para llevar a los chicos al colegio, Rosa salió a revisar el buzón como todas los días y se sorprendió al ver allí los cambios: la entrada de la casa estaba cubierta de hermosas flores; el pasto que antes era amarillo quemado, había quedado totalmente transformado en un tono verde; las plantas y enredaderas trepaban sobre la reja de entrada; las semillas que había tirado Rosa años atrás, y no habían dado ni flores ni frutos, habían  florecido de la noche a la mañana. Era algo impresionante, ella rápidamente llamó al resto de la familia para mostrarles lo que había sucedido en su jardín.  
Al ver los cambios, todos se sorprendieron; sin embargo, algo se les había olvidado: Iván, al darse cuenta de la ausencia de su estatua, empezó a preguntar enfurecidamente dónde estaba. Nadie supo responder a su pregunta, todos la  habían visto por última vez cuando el niño había decidido colocarla al lado de la puerta, pero en ese lugar ya no estaba la estatua; solo había pasto crecido y algunas plantas de colores.
Luego de varias horas de búsqueda, decidieron dar la estatua por pérdida y volver a entrar a la casa; esto hizo que Iván se entristeciera, ya que se había obsesionado con la estatua desde el primer momento en que la vio. El padre al verlo así le dijo que le compraría otra para que levantara su ánimo y así fue: el sábado, como de costumbre, salieron a comprar, recorrieron casi toda la feria buscando aquel local extraño y allí estaba: era el más alejado, el último de todos.
Al entrar, quedaron totalmente sorprendidos al ver que el enanito de jardín que Iván había comprado una semana atrás estaba posado en la copa de un arbolito que había dentro del local. El padre lo tomó para llevárselo; lo que sucedió después fue aún más sorprendente: el arbolito en el que el enano estaba posado disminuyó su tamaño hasta quedar convertido en unas pocas semillas. Iván y su padre intercambiaron miradas como preguntándose qué había ocurrido, y fue ahí cuando el dueño del misterioso local les explicó a los dos que aquel ser no era un simple enano de jardín, sino que era un gnomo de jardín, quien tenía como tarea arreglar los jardines, hacer crecer los cultivos y regresar a su lugar de origen para que cuando alguien lo volviera a necesitar, estuviera allí.
 Así, Iván comprendió cuál era el deber de la estatua, lo cual hizo que no se sintiera mal. Tomó de la mano a su padre y juntos volvieron a su casa, a disfrutar de su hermoso jardín.

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