lunes, 19 de septiembre de 2011

Alma gemela (J. Nicolas Ruiz Armella, 4to. El. II)


No hay otra manera. En el fondo, todos nosotros nutrimos la fantasía de que en algún lugar de este pequeño planeta alguien está esperándonos, mirando hacia el mismo cielo y, sin saber que existimos, pensando en nosotros...
Nuestra alma gemela. El pedazo de mí. ¿Quién es esa persona que debería completarnos? Y por qué, a pesar de nuestros esfuerzos, parece siempre resistirse. Siempre un poco adelante, más lejos y más lejos... siempre tan distante de mí. Día y noche pensando en esa persona, sintiendo soledad y vacío en mí, al haber pasado tanto tiempo sin encontrarla; lo único que podía hacer para poder continuar mis días era ocupar mis tiempos libres aprovechando el atardecer caminando por la playa…

Pero un día por la tarde me crucé a una mujer, nos miramos fijamente y sentí, que en ese momento, los segundos pasaban más lentos. Le sonreí, ella me respondió de la misma manera; entonces me acerqué y comenzamos a hablar. Esa tarde fue sin duda una de las mejores que pasé en mi vida. No dejé de sonreír hasta días después. Obviamente seguimos en contacto –no voy a dejar ir esa mujer, cuando empezábamos a llevarnos bien-.
Desde ese día no nos separamos más, compartíamos  todos los momentos de nuestras vidas, ayudándonos en los problemas de cada uno y adentrándonos cada vez mas, convirtiéndose en algo más pasional.
Ya pasaron dos años desde aquel día que nos cruzamos en la playa y después de pensar cómo pedirle ser algo más que amigos, lo mejor que se me ocurrió fue acercarme a su casa y sorprenderla con un ramo de rosas rojas y un par de alianzas.
 Era un momento de puros nervios y tanto sentimiento por esa mujer, que en el momento en que abrió la puerta, me quede petrificado, sin poder reaccionar. Ella, en silencio y sonriendo al verme con ese ramo de flores, me tomó de la mano y me hizo entrar. A ella le gustó tanto ese momento, que sonreía y lloraba de la emoción; entonces me abrazó y luego me llevó al comedor, donde le explique por qué había ido -con el ramo y sin avisar- a su casa de esa forma inesperada.
Cuando llegó el momento de pedirle que se comprometiera conmigo, esperaba un “¡Sí!” rotundo, pero lo que recibí fue un “No sé, quiero pensarlo…” ante lo cual no supe cómo reaccionar con tanta confusión, ilusionado en que iba a salir todo favorable en el amor.
 Queriendo despedirme de ella, pensando que había sido todo un fracaso y ya dándole la espalda a pasos de la puerta, me frenó tomándome del brazo y girándome me besó, y después me dijo: “Sí, quiero. Quiero pasar el resto de mi vida con la persona que me acompañó en las buenas y en las malas, que sé que seré feliz día a día con él, que podré contar con su ayuda en todo… Sí, quiero.”

De esta forma, mostrando los sentimientos de uno hacia otra persona. Una manera simple de cómo uno puede pensar su futuro con su alma gemela y sentir con muchas ganas de que se acerque pronto el momento y no seguir esperando esa felicidad tan querida.

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