Hace mucho tiempo, durante la noche, una casa de una familia tradicional escocesa era visitada por los brownies, una especie de duendes que se dedicaban a realizar una diversa cantidad de tareas hogareñas, tales como limpieza de las habitaciones, baños, etc.
A la mañana siguiente cuando la familia despertaba veía con asombro que toda la casa estaba prolija y muy ordenada. Realmente los escoceses estaban contentos con la presencia de esas especiales criaturas, por ello comenzaron a dejarles unos presentes para recompensar su trabajo.
Cuando los brownies regresaban a la casa por la noche y encontraban sus respectivos regalos, continuaban realizando las tareas en forma más grata y eficiente, tomando esos presentes como un agradecimiento de parte de la familia a la que ayudaba a realizar determinados quehaceres domésticos.
Después de un tiempo, la familia empezó a dejarles presentes en forma proporcional al trabajo realizado, entendiendo que de esa manera estaban recompensando a los brownies, como si fuera una paga por las tareas, desconociendo que esta actitud iba a molestar a sus colaboradores.
Los brownies se enojaron con la familia dado que eran benefactores, pero a su vez muy orgullosos, y cuando entendieron que lo que se les daba era una especie de salario o remuneración en función de las tareas realizadas se disgustaron y no quisieron trabajar nunca más para esa familia, porque de acuerdo con su forma de ser, no querían ser esclavos de nadie y desaparecieron repentinamente sin dejar rastros.
La familia, con la partida de los brownies, se quedó muy triste y perturbada, pero como los extrañaban mucho quisieron hacer algo para homenajearlos. Las mujeres de la casa prepararon una masa dulce de chocolate color marrón, semejante a los brownies cortada en pedacitos chicos y chatos, que decidieron bautizar como ellos, “brownies”.
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