domingo, 25 de septiembre de 2011

Una pequeña venganza (Oscar Gallo 4to. El. III)


En los montes escoceses existía una rara población, estos eran los brownies, extrañas criaturas parecidas a duendes, que tenían un pasatiempo muy peculiar: entrar a las casas de las personas por las noches, limpiar y ordenar los hogares. Esto sucedía todas las noches sin que los habitantes se enteraran de su existencia, aunque sí se preguntaban lo que había sucedido.
 Una noche, mientras limpiaban un hogar, uno de los brownies accidentalmente rompió un plato. Esto interrumpió el sueño del hombre, el propietario de la casa, que con precaución salió de su cama para saber qué había pasado. Los brownies, sin mucha demora limpiaron y empezaron a retirarse, pero para ese entonces el hombre ya los había visto. Desconcertado por las criaturas que se encontraban en su casa, el hombre con temor se abalanzó sobre ellos aplastando a una parte del grupo, mientras que los demás lograron escapar.
Doloridos e indignados, ya que ellos sólo hacían cosas buenas que beneficiaban a la gente, los brownies, furiosos, destruyeron e incendiaron la casa del agresor y asesino de sus amigos.
 Desde ese entonces los brownies abandonaron sus hábitos para reemplazarlos por los hurtos y vandalismos hacia la misma gente a la que ellos habían ayudado.

Spartaco, el guerrero (Kevin Mamani, 4to. Et. III)


Cuenta la leyenda de un legendario guerrero llamado Spartaco, que había nacido en Grecia y cuya habilidad era matar personas y criaturas. Durante su niñez había vivido en Esparta, entrenándose para llegar a ser un gran guerrero.
Una noche, mientras estaba durmiendo, llegaron un grupo de personas a su vivienda. De repente, él se despertó tras escuchar los gritos de unas personas. Eran sus padres que estaban siendo torturados sin razón alguna, por ese grupo de personas, el Rey Julio y su ejército. El Rey Julio era quien reinaba en un pueblo bárbaro y Spartaco no podía hacer nada para defenderlos. Una vez que se fueron, él quería venganza.

Poco a poco fueron pasando los años hasta que Spartaco se convirtió en un hombre. Mataba a algunos animales para abastecerse. Además tenía que cuidarse de sí mismo, ya que Esparta éra un lugar peligroso y estaba en guerra con los bárbaros. Él se había registrado en un grupo de guerreros para enfrentar a los bárbaros y en ese momento se encontró con el Rey Julio en el campo de batalla; él no había olvidado que el Rey había matado a sus padres, fue así que comenzó la batalla.

Pasaron unos minutos y ya había cientos de cuerpos tirados en el suelo que posteriormente serían comidos por las arpías....

Y eso fue lo último que él oyó de ella (Juan Martín Romero Sanz, 4to. Et. III)

Todo el revuelo comenzó con un gran suceso que ocurrió en un pequeño y remoto pueblo de La Pampa, un lugar tradicional y bien rural, donde nadie nunca esperaría que algo interesante pudiera pasar.
Todos los días allí eran como cualquier otro, predecibles, sin ningún oscuro recoveco por descubrir o ningún espacio disponible que pudiera dar lugar a sorpresa alguna. Una vida más bien rutinaria, tal vez hasta aburrida.
Con una población que a duras penas llegaba a los cien habitantes, resultaba difícil tener una vida privada. De hecho, todos se conocían, y las noticias viajaban prácticamente antes de que los acontecimientos tuvieran lugar. Sin embargo, por más increíble que parezca, el pueblo tenía sus encantos y por más quejas que los vecinos dejaran en las puertas de sus casas, sabían que no preferirían vivir en otro lugar que no fuera Cayupán. Sólo el hecho de percibir un leve aroma a frutos amargos, les hacía recordar a más de uno que a pesar de todo, estaba en casa.
Como todo pueblo rural, los hombres se dedicaban al campo, a la cosecha y la venta de lo que éste producía. Por otro lado, con la excepción de algunas mujeres que tuvieron la oportunidad de estudiar en su momento y ahora enseñaban en las pocas escuelas que quedaban en pie, la mayoría de ellas destinaba su vida al cuidado de su casa y sus hijos, que aparte de ir al colegio durante el día, en su tiempo libre ayudaban a sus padres en su trabajo y aprendían a realizarlo para llevar a cabo la empresa familiar en un futuro próximo.
Martín, por el contrario, nunca logró tener ni siquiera una pizca de interés en el trabajo de su padre, ni logró comprender el porqué de la presión que éste ponía sobre sus hombros para que aprendiera como todos los demás la labor campestre.
La realidad es que Osvaldo, el padre de Martín, era un neurótico de nacimiento. Siempre fue una persona nerviosa en demasía, insegura de sí misma, preocupada pero ocupada con su hogar y su hijo. Su trabajo le demandaba la inversión de largas horas de su vida, hecho que nunca le impidió cumplir de la mejor manera posible su rol de padre, más aún luego de la muerte de su querida esposa, momento que marcó un antes y un después en la vida familiar. Osvaldo resolvió aferrarse a su hijo, pero eso no le quitaba esa sensación extraña de incomodidad, de incertidumbre acerca del futuro, de la duda acerca de sus capacidades como padre de Martín. Es que todas aquellas inseguridades que desde el primer recuerdo de vida lo habían acosado, se veían un tanto reforzadas como resistentes a toda especie de logro tanto personal como profesional.
Desde la partida de su madre, la casa de familia tenía un tinte lúgubre, oscuro. Ese jardín que alguna vez había estado colmado de flores, sólo estaba poblado por tierra infértil, inútil y por algún que otro insecto que decidía pasar por allí pero no para quedarse.
Sumado a todas las problemáticas que el terreno presentaba, una gran sequía atacaba el pueblo de Cayupán, disminuyendo aún más las posibilidades de que esas tierras resultaran útiles alguna vez, y aumentando los rebosantes nervios de Osvaldo acerca del futuro, que a cada paso le resultaba más incierto.
La verdad es que ese pueblo había dedicado su existencia devotamente a las labores del campo, y si éste no estaba disponible para trabajarlo, no sólo Osvaldo sino todos los hombres del pueblo, quedarían sin trabajo. Lo único que se percibía en el ambiente ya no era ese delicioso aroma a frutos amargos que los hacía sentir en casa, sino un aroma a desasosiego que invadía el aire a cada momento más denso.
Martín, que desde su cama observaba el triste jardín de su casa, se resignaba a caer en ese círculo vicioso que había condicionado el estado de su padre y de su vivienda, y que ahora iba también en busca del pueblo. Extrañamente, él, el niño que por los vaivenes del destino tuvo que ser testigo en más de una ocasión de situaciones en extremo desagradables, y que tanto había sufrido, contrariamente a todos aquellos que lo rodeaban, se sentía más que nunca deseoso de reconvertir su realidad.
Era tanto el deseo de Martín de modificar el estado general de las cosas, que varias de sus noches transcurrieron sin que él diera cuenta de ello. Hambriento y cansado de pensar, decidió salir por la puerta trasera a simplemente observar el jardín y a pensar en su madre, en cuánto la extrañaba y en cuánto habían cambiado las cosas desde su partida. Sollozaba, escondía su cara en sus manos orgullosamente por mera vergüenza a que alguien pudiera verlo llorar, y volvía a mirar por entre sus dedos los restos de ese hermoso lugar.
Escuchó una voz. Martín no se inmutó, ya que suponía que provenía de alguna de las casas linderas, y siguió llorando. Escuchó esa misma voz repetidamente. Cada vez más fuerte e increíblemente cada vez más agradable. Sacó sus manos de su cara, miró a su alrededor pero no encontró nada. Se paró y se decidió a escuchar detenidamente para distinguir de dónde provenía. Era un canto indescriptiblemente hermoso, celestial, armónico.
De alguna manera esa voz le resultaba familiar, estaba seguro que en algún momento, en algún lugar de su corta vida la había escuchado, tal vez por sólo un instante, pero de alguna forma había quedado grabada en su memoria.
Frustrado por no saber el origen, ni poder descubrir a la portadora de esa extraordinaria voz, entró a su casa, pero con un andar y un espectro distinto al que lo caracterizaba; se encontraba ahora esperanzado de haber hallado algo tan único en medio de tanta inquietud. Algo en él había cambiado. Estaba ansioso, expectante por volver a oír esa voz que tanto le resonaba en la cabeza. Trató de repetir ese cantar por sus propios medios. Se encontraba inspirado.

Ya era de día y Martín se encontraba anonadado por los sucesos del día anterior, sin saber que iba a ver algo que lo iba a sorprender aún más. Mientras salía al jardín, quedó mudo. En ese terreno que tan infértil parecía y en medio de tan terrible sequía, había crecido una flor. No podía creer lo que estaba viendo.

Escuchó la voz. Escuchó la voz otra vez. Se dispuso a acompañar ese canto, dándose cuenta de que era la canción de cuna que su madre solía cantarle, y que era esa misma voz la que estaba reproduciendo ese canto. Aunque trataba de convencerse de que era todo un producto de su imaginación, y de que por alguna razón remota la sequía había mermado, por dentro estaba seguro de que todo lo que ocurría era real. Y fue así que todos los días volvía al jardín a cantar junto a esa voz maternal que lo inundaba de paz. Y casualmente, en cada visita, encontraba el jardín cada vez más poblado.

Martín corrió a mostrarle a su padre lo que había pasado. Las noticias corrieron velozmente. Todos los vecinos se acercaron a disfrutar y a tratar de entender qué había pasado en ese jardín, qué era lo que había cambiado. El aire se había modificado otra vez. Cada brisa traía el aroma de los frutos amargos, y la realidad de lo que alguna vez ese pueblo había sido. Osvaldo y Martín simplemente decidieron disfrutar lo que estaba sucediendo, sin preguntarse el por qué, el cómo, el cuándo de los acontecimientos. No tenía sentido desperdiciar el tiempo en obtener respuestas que no iban a mejorar su situación de ninguna manera, sino sólo traer incertidumbre.

La ninfa enmascarada (David Aquino, 4to. Et. III)


En el templo de los dioses, se daba a luz a dos ninfas. Las ninfas eran hermosas doncellas que amaban cantar y bailar y descritas por ser hijas de Zeus. Se caracterizaban por su belleza y por ser convocadas a las reuniones de los dioses en el Olimpo.
Pero en el caso de estas ninfas recién nacidas, ocurrió algo sorprendente. Una de las hijas de la más bella ninfa de todo el reino de los dioses llamada Kathia, era una hermosa doncella como su característica las define, pero la otra hija llamada Lazaira, nació con una belleza inferior al de las demás ninfas del reino de los dioses. Esta belleza inferior se reflejaba ya que las ninfas se caracterizaban por ser bellas, pero esta fue una excepción. Este acontecimiento era algo extraño, ya que la madre de estas hijas, celestial, era la más hermosa de todo el reino de los dioses, con una belleza que sobresalía de todas las demás.
Cuando Zeus fue a reconocer a sus nuevas hijas, se sorprendió al ver a Lazaira, y le pidió una explicación a Celestial, pero ella no le supo contestar. Lazaira estaba en problemas, porque Zeus no quería ninfas sin la suficiente belleza. Por lo tanto Zeus decidió echar a Lazaira y la mandó con las ninfas de la arboleda, donde se encontraban las ninfas más feas.
Las ninfas más lindas se encontraban al lado del palacio de los dioses, estas ninfas eran denominadas las ninfas de las montañas, donde se encontraban Kathia y Celestial. También se encontraban las ninfas de los ríos, las ninfas de los arroyos, las ninfas de las cañadas y las ninfas de las grutas.                                           
 Cuando una ninfa nacía, se las determinaba a que grupo de ninfas les perteneciese, desde las más lindas en mayor número, las ninfas de las montañas, hasta las ninfas de la arboleda, en menor número. Salvo las ninfas de la arboleda, las demás, podían acceder al reino de los dioses, cada una dedicando a una especifica actividad, como bailar o cantar o satisfacer las necesidades de los dioses. Y las ninfas de las montañas eran las únicas que podían acceder al palacio de los dioses, donde eran invitadas a las reuniones que hacían los dioses para establecer las decisiones que tomarían sobre el reino de los mortales.
Cuando Lazaira llegó a las ninfas de la arboleda, las ninfas les preguntaron de donde provenía y quien era su madre. Al escuchar la respuesta, las ninfas marginadas se sorprendieron y se levantó una serie de comentarios entre ellas. Preguntándose, que, como pudo ser, si será verdad. Pero Lazaira herida de dolor por los comentarios, decidió ignorar los comentarios y dirigirse a la copa del árbol más alto.
Mientras tanto, en el palacio de los dioses, Kathia comenzó a preguntarse que será de la vida de su hermana. Entonces decidió ir a buscar una respuesta a su madre, Celestial. La madre le respondió que lo único que sabía era que Zeus la había mandado con las ninfas de la arboleda. Luego, ella, fue a buscar una respuesta con su padre, pero a la vez era imposible hablar con él, ya que no atendía a nadie ni siquiera a sus hijas y esposas, salvo si él lo deseaba. A pesar de que Kathia tenía todo lo que una ninfa de las montañas debía tener, como festines, banquetes, y todo lo que ellas deseaban, es decir tenían los mismos privilegios que los dioses, sentía un vacío en su interior. Entonces decidió ir en busca de su hermana a la tierra de las ninfas de la arboleda. Pero este viaje tenía una serie de obstáculos, ya que durante el trayecto podía haber arpías, y demás seres malignos que podían incluyo terminar con su vida. Por este motivo, le contó su deseo a su esposo, Davinios. Él decide acompañarla en su viaje con sus mejores amigos, que eran guerredios, guerreros del olimpo, defensores del palacio de los dioses. Cuando decidió encaminarse hacia su destino, la madre le preguntó a donde se dirigía, y ella le respondió que iría con Davinios a descansar, pero no sabía si regresaría. Celestial, lo vio como algo normal pero no se detuvo a pensar cuando su hija dijo” no se si regresaré”
Durante el trayecto, tuvo una serie de inconvenientes, como robos que las arpías hurtaban las provisiones de Kathia, Davinios y los guerredios y una varias heridas provocadas por los caminos sinuosos que les tocó.
Cuando se estaban acercando a la arboleda, decidieron acampar cerca de la misma, y esperar a ver si Lazaira se encontraba allí y mantener una conversación  sin que las demás ninfas de la arboleda se dieran cuenta. Pocos más de dos horas acampando, vieron a Lazaira y la llamaron, pero no se hizo escuchar. A la mañana siguiente, como acto del destino, Lazaira decidió escaparse por el lugar donde su hermana estaba acampando. Pero Lazaira se atemorizó al escuchar voces y decidió esconderse detrás de un árbol. Cuando Davinios y sus amigos salieron, ella se asusta, pero detrás de ellos salió su hermana a quien reconoció inmediatamente. Salió de su escondite y le dio un gran abrazo a Kathia.
Decidieron alejarse un poco de las ninfas de la arboleda para hablar con mayor tranquilidad sin que nadie tome noción de lo sucedido. Lazaira sorprendida por el momento que estaba pasando, le preguntó a su hermana que hacia en aquel lugar, y Kathia le respondió que iba a buscarla, pero  Lazaira sabía que era imposible regresar al palacio de los dioses, ya que era fea a comparación de las demás ninfas. El objetivo de este viaje para Kathia era de ver a su hermana y buscar la manera de que ella volviese  al palacio de los dioses con ella, pero no se le ocurría nada. Inmediatamente, Davinios se da cuenta de que Lazaira solo es fea en su rostro, pero tenía un cuerpo idéntico a la de su hermana, es decir un cuerpo fascinante como una de las ninfas más bellas. Entonces se le ocurrió una idea de tapar su rostro, ya que con su hermoso cuerpo debía ser aceptada en el palacio de los dioses. Kathia encantada con la idea comenzó a pensar con que se podía cubrir el rostro de la hermana. Se le ocurrió  una máscara de seda  que no sea transparente, con una abertura a la altura de sus ojos color verde. Esa idea era brillante, ya que en el palacio se permitía andar con velos.
Luego de haber realizado nuevamente la travesía de regreso al palacio de los dioses, arribaron a destino. Kathia le dijo a Lazaira que pase desapercibida y que de igual manera,  siempre iba a estar con ella. Igualmente Lazaira convivía con su hermana y con Davinios. Solo salía de allí cuando había banquetes y festines. Pero poco a poco tomo valor y comenzó a transitar por el palacio con mayor frecuencia. Kathia sabía que su hermana tenía una hermosa voz, entonces le preguntó a Lazaira si no se animaba a cantar frente a los dioses cuando hubiera fiestas o para otros fines. Lazaira lo dudó por un instante, pero finalmente lo aceptó.
Lazaira, siempre cubierta por una mascara de seda, demostró su voz ante los dioses y ellos se quedaron sorprendidos. De inmediato quisieron saber quien era la cantante enmascarada. Zeus se dirigió a ella para preguntarle quien se escondía detrás  de esa mascara, pero inteligentemente Lazaira le respondió que no quería revelar quién era la cantante, para darle más intriga y que en las fiestas todos estén atentos en ella para saber el verdadero rostro. Al dios le sedujo la idea y la aceptó.
Durante años, fue llamada como la ninfa enmascarada, mediante su bella voz y su gran talento. Luego de esto, Lazaira pudo vivir con tranquilidad en el palacio de los dioses sin mostrar su rostro. Sin embargo, ella sentía cierta angustia  por no poderse mostrarse como ella realmente era, pero al menos hacía lo que ella le gustaba, estar con su hermana y cantar.
Kathia hizo algo que ni ella lo podía creer, mantuvo el secreto junto a Davinios y los guerredios. Pudo vivir con la felicidad de saber que tuvo un gran marido y la felicidad de estar con su hermana.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El gigante de bronce y la bestia (Ezequiel Guerrero, 4to. Et. I)


(De aere et bestiae gigas)
Mientras los persas emprendían un viaje hacia las playas griegas con el fin de asesinar a cualquier griego que se les cruzase en el camino, en el mar descansaba una bestia enorme a la cual le llamaban El Kraken.
Los pocos marinos que lograron sobrevivir al ataque de esta bestia lo describían como un tipo de pulpo o calamar gigante, que emergía de las profundidades del mar atacando barcos y devorando marinos. Todas las personas creían que era un simple mito, hasta que se empezaron a encontrar pedazos de barcos y cuerpos de marineros en las playas.
A pesar de todo, los soldados persas cruzaban el mar con innumerables embarcaciones, claro que cientos eran destruidas en el camino. Una vez que se encontraban en playas griegas se topaban con un gigante que  poseía un  invulnerable cuerpo de bronce, su nombre era Talos, era irrigado por una única vena diminuta que lo recorría desde el cuello al tobillo, donde estaba rematada por un clavo que le impedía desangrarse, siendo su único punto débil. 
Los soldados decían que si Talos sorprendía a algún extranjero, se metía en el fuego hasta calentarse al rojo vivo y abrazaba entonces a sus víctimas hasta abrasarlas. Los persas desembarcaban en las playas con la mitad de su ejército, debido a que la otra parte la perdían en el camino. Estos venían a conquistar las tierras griegas pero debían derribar al enorme Talos.
            Para librarse del enorme Talos, los persas decidieron acudir a una poderosa hechicera que creando pócimas enloqueció al gigante, haciéndole creer que era inmortal y convenciéndolo que si le quitaba el clavo que poseía en su tobillo no le pasaría absolutamente nada; para que este lo escuche la poderosa hechicera lo hipnotizaba desde un templo que se encontraba en la ciudad persa. Una vez que lo hipnotizó e hizo que se sacase el clavo, el poderoso y enorme Talos se desangró en las playas de los griegos; sin embargo, era demasiado tarde debido a que los persas habían sido, en gran parte, asesinados en manos de los griegos y por Talos.




Un gnomo y un borracho (Sebastián Trombino, 4to. Et. I)


En un bosque grande, alejado de la ciudad se encontraba el gnomo Carlos, el cual era petiso, narigón y un poco feo; sin embargo, Carlos no era un gnomo como los demás, sino distinto, ya que era un poco vago pero inteligente y también tenía muy buen humor.
   Una noche, cuando toda la familia dormía, Carlos decidió llevarse todo el oro de la familia para poder conocer la ciudad, que siempre había querido conocer. Caminó toda la madrugada, hasta que en la ruta se cruzó inesperadamente con Juan, quien estaba ebrio. Él, un poco sorprendido por ver a un gnomo en medio de la ruta, le preguntó cómo se llamaba, a lo cual el gnomo le contestó y le preguntó si lo podía llevar a la ciudad. Juan accedió amablemente.
   En la tarde, cuando se despertó Juan, vio al gnomo y se asustó. Él le dijo-¿Quién sos? ¿De dónde saliste? ¿Cómo llegaste a mi casa?. Y el gnomo le contestó: -Soy Carlos, nos conocimos en la ruta cuando te pedí si me podías llevar a la ciudad y vos aceptaste-. Juan, sorprendido, no podía creer que había un gnomo en su casa, pensaba que todo era un sueño.   Luego de una larga charla, Juan decidió que se podía quedar en su casa, pero solo por una semana y también le prometió que lo iba a llevar a conocer la ciudad.
   A la noche siguiente Juan decidió llevar a Carlos a un bar; le dio ropa nueva para que no reconocieran su identidad: esa noche tocaba una banda de rock. Juan le pidió al mozo dos whiskies y una botella de vino. Carlos, sorprendido al ver todo lo que  había pedido, dijo:-¿por qué pediste una botella de vino?- Ante lo que Juan respondió: -Es para ahogar las penas-.
Carlos se tomó su whisky y su empezó a nublarse, pero se quedó escuchando atentamente a la hermosa cantante. Juan, ya un poco ebrio, se  acercó hasta la cantante y la invitó a tomar un trago, a lo que la cantante accedió, luego de aceptar el trago.
Juan se quedó hablando con la cantante intentando seducirla y luego de un rato, decidió presentarle a Carlos; en ese momento notó que el gnomo ya no estaba. Al no verlo,comenzó a buscarlo: primero, en el baño, pero no estaba. Empezó a preguntarle a la gente si habían visto a una persona de estatura pequeña, a lo que respondían que no; excepto por una mujer que le dijo que lo había visto del bar
Juan le agradeció y se fue a tratar de encontrarlo.Ya en la calle, empezó a preguntarle a la gente si habían visto a un hombre pequeño; la gente le respondía que no y hasta algunos lo esquivaban. Ya desesperado, recordó que en una charla Carlos le había confesado que quería conocer el casino, por lo que Juan se dirigió directamente hacia allí; y ahí lo encontró, rodeado de chicas lindas y de gente, apostando el oro de su familia en la ruleta. Se acercó y le preguntó qué estaba haciendo allí:
 – Estoy apostando, ¿o no ves?- respondió Carlos, riéndose. –Ya llevo ganado mucho dinero, creo que estoy de racha- continuó. Carlos. Juan le dijo: -Ya basta, dejá de apostar, porque te vas a ir sin nada-
 -Espera en un rato y dejo de apostar – respondió. Carlos. En veinte minutos, ya había conseguido el doble de lo que había llevado.
 – ¡Vámonos ahora! , antes de que nos vengan a sacar-dijo Juan. Carlos vio de lejos que se acercaban los oficiales de seguridad. Agarró la plata y empezaron a caminar rápidamente hasta la salida.Una vez afuera, Juan le preguntó cuánta plata había ganado: Carlos le dijo:
 – Aproximadamente,  un millón de dólares-. Le dijo también que ya extrañaba su hogar y que quería volver. Juan, sorprendido por la plata que había ganado, le dijo que al día siguiente lo llevaría hacia el bosque.
   A la mañana siguiente Carlos, con un poco de dolor de cabeza, le pidió a Juan si lo podía llevar a dar una última vuelta a la ciudad y después, al bosque.
   Una vez en el bosque  Carlos se despidió de Juan y le dio una parte de lo que había ganado:
-Tomá, esto es para vos. Gracias por mostrarme la ciudad-.dijo Carlos
 -De nada, fue muy divertida la noche de ayer-respondió Juan.
–Hasta pronto- le dijo Carlos y Juan respondió:
 –Hasta luego.
 Juan se subió al auto y se marchó mirando cómo Carlos empezaba a caminar hacia su hogar.

Arpilight (Sebastián Muratore, 4to. Et. III)


Como en todos los festines, las velas alumbraban todo el salón principal con finos rayos de luz dorada, alfombrado con terciopelo rojo, las paredes mostraban excelentes cuadros de la época, la larga mesa de madera de roble repleta de todo tipo de comida descansaba bajo la gran araña que se encargaba de brindar la principal iluminación a la sala y las personas caminaban de aquí para allá con copetines en la mano y copas del más fino champagne de la zona. Por la ventana se podía ver claramente la ladera de la montaña más cercana, con un cielo azul oscuro como un pañuelo de seda salpicado con infinidad de puntos de brillantina plateada.
En el centro de la mesa se libraba una discusión algo desinteresada sobre la existencia de las arpías,  esas aves con cara de doncella y garras encorvadas que bajaban de las montañas a devorar la comida de los festines, chillando y destruyendo todo lo que se interpusiese en su camino.
Cuando la discusión estaba terminando un zumbido proveniente de la ventana comenzó a inundar el salón. Las personas, por naturaleza, miraron hacia la fuente del sonido, sin encontrar respuesta alguna, a pesar de que el sonido aumentaba con el paso del tiempo y se volvía cada vez más agudo. A los pocos minutos se comenzó a ver por las ventanas figuras envueltas de tierra provocado por su descenso por la ladera. Poco a poco el murmullo comenzó a crecer y sin mucha explicación todos entendieron que para evitar ser devorados por los seres mitológicos debían esconderse en el salón contiguo.
Cuando la última persona acababa de entrar a la sala contigua el primer vidrio se rompió y los chillidos se volvieron insoportables y  cuatro horribles figuras, con hermosas caras y afiladas garras irrumpieron en el salón, buscando saciar su hambre. A pesar de que nadie se atrevía a mirar, al cabo de unos minutos, el ruido provocado por las mesas que caían, las arpías buscando comida, y los platos rotos comenzó a cesar y lo único que perduró fueron los chillidos
La sorpresa para el primer hombre que miró lo que sucedía fue tal que tuvo que refregarse los ojos varias veces para creerles lo que les mostraban. Dos arpías sentadas en dos cómodas butacas al lado de la chimenea hablando, con una copa cada una y mirando con aire acusador a las dos restantes, situadas en medio del salón y ambas agarrando el mismo objeto con las manos, cada una haciendo fuerza hacia sí para quedárselo.
Los siguientes veinte minutos no fueron muy distintos. Sin embargo a los treinta minutos la situación había dado un cambio brusco. Todos los que estaban hasta hace unos pocos minutos observando desde un rincón estaban ahora en el gran salón, conversando con las arpías sentadas, comiendo del piso lo que no estaba destruido y observando también la lucha que se seguía librando en medio del salón.
Finalmente, tras haberse acabado dos botellas del mejor vino de la casa y habiendo tocado el piano, Elizabeth y Esmeralda, no vale la pena aclara quienes son, decidieron que era hora de marcharse. Para ello se acercaron sigilosamente a sus dos compañeras que seguían en combate y luego de una gran lucha entre las cuatro, lograron separarlas.  Acto seguido, los humanos se acercaron a la comunidad mitológica para enterarse de lo sucedido. Luego de unos segundos de silencio la más fea de todas comenzó a chillar nuevamente:“ Las promesas no se rompen”, exclamaba en un tono casi inaudible y totalmente dañino para los oídos humanos, mientras señalaba con un horrible dedo a su rival de combate. Esta, por su parte movía su cabeza negativamente y chillaba también para defenderse. La diferencia entre ambos chillidos es que el segundo se veía ahogado por lagrimas y lamentos, por lo que se distinguía muy pocas palabras del contenido, tales como “ perdón, tentación, chocolate, debilidad.” Ante el segundo monólogo, el turno fue de la primera, que dejó en claro el tema de discusión al responder chillando “ Debes saber controlarte para adelgazar, mírame a mí, lo hago hace seis meses y he bajado tres kilos”.
Ya estaba claro cual había sido el combustible que encendió la llama, por lo que la gente comenzó a unirse a la conversación. Ésta comenzó a opinar y a explicar sus mejores métodos de adelgazamiento y disminución de masa lípida, aunque no era bien sabido si serían los mismos los resultados al tratarse de dos fisiologías diferentes. Aun así, normales y anormales coincidieron en que ejercicio físico todos los días era indispensable para lograr el objetivo.
Esta conclusión dio paso a los últimos diez minutos de charla. Las arpías se disculparon por los destrozos, ya que el piso estaba ahora bañado de cristales de todos los colores, comidas que pegoteaban las suelas de los zapatos y unas cuantas astillas de maderas. Luego de esto se despidieron de los humanos y emprendieron su viaje ascendente por la ladera de la montaña, dejando a los de nuestra especie con poca comida y muy impresionados.

Orgullo brownie (Hugo Gómez, 4to. Et. III)


Hace mucho tiempo, durante la noche, una casa de una familia tradicional escocesa era visitada por los brownies, una especie de duendes que se dedicaban a realizar una diversa cantidad de tareas hogareñas, tales como limpieza de las habitaciones, baños, etc.
A la mañana siguiente cuando la familia despertaba veía con asombro que toda la casa estaba prolija y muy ordenada. Realmente los escoceses estaban contentos con la presencia de esas especiales criaturas, por ello comenzaron a dejarles unos presentes para recompensar su trabajo.
Cuando los brownies regresaban a la casa por la noche y encontraban sus respectivos regalos, continuaban realizando las tareas en forma más grata y eficiente, tomando esos presentes como un agradecimiento de parte de la familia a la que ayudaba a realizar determinados quehaceres domésticos.
Después de un tiempo, la familia empezó a dejarles presentes en forma proporcional al trabajo realizado, entendiendo que de esa manera estaban recompensando a los brownies, como si fuera una paga por las tareas, desconociendo que esta actitud iba a molestar a sus colaboradores.
Los brownies se enojaron con la familia dado que eran benefactores, pero a su vez muy orgullosos, y cuando entendieron que lo que se les daba era una especie de salario o remuneración en función de las tareas realizadas se disgustaron y no quisieron trabajar nunca más para esa familia, porque de acuerdo con su forma de ser, no querían ser esclavos de nadie y desaparecieron repentinamente sin dejar rastros.
La familia, con la partida de los brownies, se quedó muy triste y perturbada, pero como los extrañaban mucho quisieron hacer algo para homenajearlos. Las mujeres de la casa prepararon una masa dulce de chocolate color marrón, semejante a los brownies cortada en pedacitos chicos y chatos, que decidieron bautizar como ellos, “brownies”.

Alma gemela (J. Nicolas Ruiz Armella, 4to. El. II)


No hay otra manera. En el fondo, todos nosotros nutrimos la fantasía de que en algún lugar de este pequeño planeta alguien está esperándonos, mirando hacia el mismo cielo y, sin saber que existimos, pensando en nosotros...
Nuestra alma gemela. El pedazo de mí. ¿Quién es esa persona que debería completarnos? Y por qué, a pesar de nuestros esfuerzos, parece siempre resistirse. Siempre un poco adelante, más lejos y más lejos... siempre tan distante de mí. Día y noche pensando en esa persona, sintiendo soledad y vacío en mí, al haber pasado tanto tiempo sin encontrarla; lo único que podía hacer para poder continuar mis días era ocupar mis tiempos libres aprovechando el atardecer caminando por la playa…

Pero un día por la tarde me crucé a una mujer, nos miramos fijamente y sentí, que en ese momento, los segundos pasaban más lentos. Le sonreí, ella me respondió de la misma manera; entonces me acerqué y comenzamos a hablar. Esa tarde fue sin duda una de las mejores que pasé en mi vida. No dejé de sonreír hasta días después. Obviamente seguimos en contacto –no voy a dejar ir esa mujer, cuando empezábamos a llevarnos bien-.
Desde ese día no nos separamos más, compartíamos  todos los momentos de nuestras vidas, ayudándonos en los problemas de cada uno y adentrándonos cada vez mas, convirtiéndose en algo más pasional.
Ya pasaron dos años desde aquel día que nos cruzamos en la playa y después de pensar cómo pedirle ser algo más que amigos, lo mejor que se me ocurrió fue acercarme a su casa y sorprenderla con un ramo de rosas rojas y un par de alianzas.
 Era un momento de puros nervios y tanto sentimiento por esa mujer, que en el momento en que abrió la puerta, me quede petrificado, sin poder reaccionar. Ella, en silencio y sonriendo al verme con ese ramo de flores, me tomó de la mano y me hizo entrar. A ella le gustó tanto ese momento, que sonreía y lloraba de la emoción; entonces me abrazó y luego me llevó al comedor, donde le explique por qué había ido -con el ramo y sin avisar- a su casa de esa forma inesperada.
Cuando llegó el momento de pedirle que se comprometiera conmigo, esperaba un “¡Sí!” rotundo, pero lo que recibí fue un “No sé, quiero pensarlo…” ante lo cual no supe cómo reaccionar con tanta confusión, ilusionado en que iba a salir todo favorable en el amor.
 Queriendo despedirme de ella, pensando que había sido todo un fracaso y ya dándole la espalda a pasos de la puerta, me frenó tomándome del brazo y girándome me besó, y después me dijo: “Sí, quiero. Quiero pasar el resto de mi vida con la persona que me acompañó en las buenas y en las malas, que sé que seré feliz día a día con él, que podré contar con su ayuda en todo… Sí, quiero.”

De esta forma, mostrando los sentimientos de uno hacia otra persona. Una manera simple de cómo uno puede pensar su futuro con su alma gemela y sentir con muchas ganas de que se acerque pronto el momento y no seguir esperando esa felicidad tan querida.

domingo, 18 de septiembre de 2011

El peor enemigo del general (Marcelo Manzano, 5to. Cp. I)


Egipto, año 30 A.C.

En plena conquista de Roma sobre Egipto, Cleopatiro, un sacerdote muy allegado a Cleopatra y Marco Antonio, tenía 15 discípulos, entre quienes se contaba Cayoco, un joven aprendiz muy interesado por la religión de su pueblo. Este joven tenía tan solo 19 años. Además de estar muy interesado por la religión, era también muy aguerrido y estaba dispuesto a correr cualquier riesgo por defender a su querido pueblo.
En esos tiempos, se decía que el primer soldado enemigo que realmente le hiciera daño a Egipto, estaría condenado a una lucha con la esfinge, el demonio con cuerpo de león, cabeza de mujer y alas de ave: era una muerte casi segura para el enemigo.
 El primer enemigo en llegar al pueblo fue el general Joseph, junto a su ejército de cinco mil hombres que ingreso a la gran ciudad. Esa misma noche, el sacerdote lo envió a Cayoco para acompañar a los militares egipcios en la dura batalla; dura, violenta e interminable batalla que transcurrió durante tres días. Entretanto, los romanos habían ocupado gran parte de la ciudad y tenían prácticamente acorralados a los egipcios.
En el segundo día, Cayoco quiso desafiar al general Joseph; aquel sabía que aunque  Joseph muriera en la pelea, estaría destinado a la batalla contra                    la esfinge. Por esto, el sacerdote Cleopatiro estuvo de acuerdo con la decisión de su joven discípulo.
Comenzó la batalla: Joseph estaba muy seguro de ganar la pelea y fue mas fácil de lo que  pensaba; luego de cinco golpes certeros pudo matar a Cayoco rápidamente, pero lo que el gran general romano no sabía era que  su nuevo destino, el próximo, era la batalla contra la esfinge.
Luego del cuarto día, Joseph se despertó en el medio del desierto, solo con una espada en su mano izquierda. En frente suyo se encontraba el demonio, la esfinge. En el momento en que el general pudo ver a este demonio, tomó su espada con las dos manos, corrió hacia la esfinge y le clavó la espada en una pata.
 El demonio dio un grito tremendo, como si los rayos cayeran del cielo, pero no fue derribada. El general le sacó la espada de la pata; a pesar de que se movía alrededor del demonio con mucha agilidad, las heridas que le causaba a la esfinge no parecían hacerle daño y, luego de que el general se cansara por tan dura batalla, la esfinge le pegó con la pata y el gran general romano voló unos diez metros. Minutos más tarde, el demonio se acercó hasta el general que estaba en el piso, con todos los huesos rotos, y le clavó nuevamente su espada, pero esta vez en el medio del pecho.
De esta forma los soldados al enterarse de la violenta muerte del general, huyeron inmediatamente de la ciudad y la dejaron abandonada por algunos meses, hasta que volvieron con un ejército mucho más grande que cinco mil hombres y de esta forma conquistaron  a Egipto.

Vida después de la vida (Martín Rango, 4to. Et. III)

"Hace millones de años en una tribu lejana nació un niño: sus padres decidieron llamarlo Quebracho."


El paisaje del lugar donde vivian era triste y todos sus habitantes vivian bajo los fuertes rayos del sol. Los indios morían de insolación; el agua era escasa; la vegetación no existía y los animales no lograban  sobrevivír. Sin embargo, Quebracho crecía fuerte y sano día a día; nadie podia entender como sucedía ya que todos allí, tarde o temprano, morían desnutridos. Lo que sucedía era que, a escondidas, Quebracho se alimentaba su de tierra y agua.
Un día su madre fue a despertarlo y vio que los dedos de los pies y de las manos de su hijo habían crecido de una forma impresionante. Rápidamente fueron en busca de la arpía, quien era la hechicera del lugar.  A  pesar de su esfuerzo, no pudo encontrar la fórmula para que el niño volviera a la normalidad: pasaron días y, según lo que decía la arpía, el niño empeoraba.
Sin embargo, un día Quebracho salió a caminar por el pueblo junto a su madre y, a medida que caminaban, su pelo comenzó a caer sobre la tierra e inmediatamente desapareció  sumergiéndose en ella.   
Esa misma noche, Quebracho salió nuevamente de su casa, pero nunca nadie volvió a verlo. No obstante, al amanecer, toda la región estaba sembrada de verdes árboles: había uno más grande que los demás, el cual se encontraba en la puerta de su casa.

Cuentan que desde entonces los Quebrachos nacen para dar sombra, belleza y vida a los lugares menos esperados

La ninfa ingenua (Matías Ezequiel Aranda, 4to. Et. I)

Era una mañana primaveral en Bahía, “Caimán” estaba cerrando sus puertas luego de una larga noche y Mariela, una de las ninfas que bailaba en aquel bar, se preparaba para el largo viaje que la traería de nuevo a su humilde hogar.
 Ella vivía en las afueras de la ciudad con algunas amigas (el propósito era dividir el alquiler ya que su sueldo no era abundante). Por desgracia, el trayecto que tenía para volver a su casa desde “Caimán” no era el más confortable, ya que el colectivo que la llevaba pasaba por suburbios en los que se subían muchos sátiros. (Claro que esto no era un gran problema para ella ya que en su trabajo lo que más abundaba eran sátiros, que la veían bailar, aunque tampoco era de su agrado tener que estar con ellos hasta llegar a su casa.)
La mayoría de las veces que Mariela iba a trabajar, regresaba con Juana, una de las amigas con quien vivía y trabajaba en el mismo lugar; sin embargo, esa semana no había podido trabajar ya que estaba enferma,  por lo cual Mariela tuvo que viajar sola durante toda esa semana.
Si bien para Mariela era normal estar con sátiros alrededor, esa semana había algo inusual en uno de ellos: en la parada de Callao y Corrientes subió al colectivo un sátiro muy raro para ella, ya que parecía más agradable que todos los demás; más pulcro y, además, se vestía bien
Compartieron algunas palabras esas veces que ella viajo sola; de hecho, Ramiro, el sátiro, era muy amable y simpático. Esto no era normal en ellos, dado que por lo general se destacaban por ser poco amigables. Vivian borrachos  y eran bastantes guarangos y  les encantaba hostigar a las ninfas.
Esta noche Ramiro volvió a hablar con Mariela, y se ofreció a acompañarla hacia la casa ya que había unos sátiros, que como siempre, la estaban molestando. Ya fuera del colectivo y habiendo caminando las seis cuadras que la separaban de la parada del colectivo a su casa, decidieron sentarse en un banco de plaza que estaba de camino.
 No había que ser muy inteligente para darse cuenta de que a Ramiro le atraía mucho ella; una de las grandes características de las ninfas es su gran belleza, así que para Mariela era algo normal sentir que los sátiros la deseaban. Luego de conversar un largo tiempo, Ramiro se acercó lentamente a ella, y muy romántico como un gran galán, la besó.
 Para Mariela esto fue muy raro, ya que ella jamás se había sentido atraída por uno de ellos, pero Ramiro la había hecho sentir tan bien que ella continuo besándolo. Lo que menos se esperaba Mariela era que este sátiro en realidad solo estaba mintiendo. Cuando ella menos lo esperaba, Ramiro sacó su cuchillo y se lo clavo en la garganta; luego de que Mariela dejara de dar señales de vida, la cargó en su lomo y la llevó hasta la casa en donde vivían los demás sátiros; entre todos, la pusieron en una hoguera y la tiraron en el fuego. Ellos hacían esto cada seis meses para rendirle culto al dios Baco.

"Senza titolo" (Julián Puppo, 5to. Cp. II)


El brownie logró vencer sus miedos y se atrevió a golpear la puerta de la sala. La puerta se abrió de par en par y el brownie observó que la reunión de la EOG (Elite oligarca gnoma) ya se encontraba presente en el lugar.
 La EOG estaba compuesta por los máss adinerados y bien constituidos gnomos de toda la nación; el brownie notó cómo las caras de los gnomos expresaban asco, rabia y odio hacia él: claro estaba, él era un brownie que venía a defender los derechos para la gente de su estirpe.  De repente el gnomo con la barba más larga se acercó al estrado y dijo: - Asquerosos brownies, ¿Quién creen que son? La gente de su estirpe jamás debería considerarse con los mismos privilegios, solo los gnomos con sangre real serían capaces de proteger los tesoros de los ancestros.
Un gran revoloteo se produjo en la sala, los brownies empezaron a gritar frenéticamente. Los gnomos permanecieron en silencio, con los ojos llenos de rabia hacia las estradas donde se encontraban aquellos revoltosos brownies. Sonó un estruendo impresionante en la sala y en seguida un silencio enorme se apodero del ambiente. El brownie rastreó de dónde provenía el sonido y se percató de que salía de un aparato estrafalario (su material era difícil de identificar y tenía una forma  similar a la de una pierna de burro).
 El aparato se encontraba en las manos de un gnomo de tamaño medio, quien, si bien no se diferenciaba mucho de los gnomos de la EOG, tenía un aura de bondad y sabiduría que lo distinguía del resto de los gnomos. Se presentó a sí mismo como Spilfoon y empezó con su discurso:
-Señores, estamos aquí reunidos para lograr la paz de todas las especies posibles. Es bien sabido que si bien siempre fueron los gnomos los que protegían los secretos y tesoros ancestrales en las montañas, los brownies también están capacitados para hacer este trabajo. Aunque la mayoría de los gnomos lo quieran negar, los brownies son parientes cercanos de los gnomos, ¡mírense, señores! ¡La contextura física es bastante parecida! La tez de piel y rasgos faciales no hace nadie ni peor ni mejor; quieran o no, todo ser viviente racional tiene derecho a ser distinguido y premiado por sus logros, por sus capacidades, por su inteligencia, por su utilidad y no por algo tan superficial como lo son los rasgos del cuerpo. Hermanos brownies, hermanos gnomos, ¿acaso qué somos? ¿Humanos? Nosotros somos seres inteligentes, pacíficos; debemos unir nuestras fuerzas para resguardar al mundo mágico y los secretos de las montañas de los humanos. Cuanto más apoyo tengamos de todos los seres mágicos, más posibilidades tendremos de seguir ocultos y el mundo mágico no entrara en contacto con el inmundo, gris y cruel mundo humano.
De repente uno de los gnomos de la EOG se levantó en silencio y antes de que el Spilfoon pudiera terminar su discurso, hizo un movimiento con las manos. Sin pausa, todos los gnomos de la EOG se levantaron; el gnomo que había hecho el gesto de la mano era uno de los funcionarios más importantes y poderosos de la EOG. Sin ni siquiera pestañar, arrojó un hacha a la cabeza del Spilfoon, quien cayó como jarrón al piso  (o al menos este fue el impacto que produjo en todos los integrantes de la reunión).
 El lugar se paralizó; todas las personas se quedaron estupefactas (incluso la EOG) observando la sangre  que fluía desde el cráneo del cadáver de Spilfoon. Al instante se produjeron gritos, movimientos repentinos, peleas, golpes, hachazo; el caos era impresionante. La batalla por la supervivencia de estirpes había comenzado, algunos gnomos peleaban del lado de los brownies, pero el caos era tan grande que no se sabía qué gnomos pertenecían a la EOG y cuáles no. Los gnomos se mataban entre ellos, y los brownies a los gnomos.  Sin embargo, increíblemente, la batalla sucumbió en victoria de los integrantes de la EOG. Todos sus integrantes se reconocían fácilmente por el símbolo que llevaban en la tunica.
Pasaron los meses, la EOG tomó el control del gobierno del mundo mágico; el líder de la EOG, llamado Gnamolf Firfer ordenó la captura de todos los brownies existentes, y desafortunadamente también de aquellos gnomos que estuvieran en desacuerdo con el gobierno de turno. Los gnomos firferianos trabaron pactos con algunos humanos, los pocos que conocían la existencia del mundo mágico. Este pacto consistía en la entrega de los brownies para convertirlos en alimento.
Así fue como los humanos, pertenecientes a empresas como Barcor y Merrabusi, compraron los brownies, y con su magia inventaron una comida que haría que todos los humanos se volvieran incapaces de ver el mundo mágico; una comida que les gustaría a todos humanos, y como ningún humano sabio de la existencia de los brownies, decidieron ponerle "Browney" a aquella deliciosa comida. Algunos otros humanos también decidieron utilizar los brownies, para otras investigaciones gastronómicas, e inventaron algo llamado la “Gola-cola”. Cuenta la leyenda que en el logo de “Gola-cola” se puede observar un brownie que es asesinado mediante un hacha por un gnomo.

La Esfinge y el Ejército de Anubis (Gaspar Urcelay, 5to. Cp. I)

En el siglo X un pueblo egipcio vivía pacíficamente protegido por una gran esfinge, que estaba situado en el medio del pueblo. Ella había sido creada por los terratenientes para proteger al pueblo ante casos como, sequías, tormentas de arena y guerras. Pero nunca antes habían tenido un problema mayor, cada momento en que la situación era critica, la esfinge convocaba los poderes de los dioses para cuidar su pueblo, que era comandado por la maldad, la avaricia y la esclavitud por causa del Maldito Anubis, un dios maligno. Él era el único que podía derrotar a la Esfinge, quien atrás ya lo había derrotado a Anubis y su cuerpo había sido enterrado lejos de pueblo bajo custodia por el ejército pueblerino. Sin  embargo, Anubis juró volver por su venganza.
Una mañana muy fría, le llegó un comunicado al  rey en el que se le comunicaba que el ejército que custodiaba la tumba de Anubis había desaparecido misteriosamente y que, a lo lejos, se percibía una gran tormenta de arena; la gente del pueblo se mantenía tranquila, porque la vieja esfinge los protegía ante la tormenta, pero el sabio viejo de la comunidad percibía una maldad oscura que se acercaba con gran rapidez; el pueblo, al recibir esta noticia, se exaltó y todas las familias se refugiaron en sus hogares. Día a día la tormenta era más fuerte y el pueblo se veía devastado aunque la Esfinge los protegía. El sabio viejo le había dicho al pueblo alguna vez que debería ser fuerte y luchar junto a la Esfinge, porque de lo contrario se devastaría, pero aun así nadie lo tomó en serio.  El pueblo se veía destruido, porque la Esfinge luchaba sola.
Una noche oscura y sin estrellas, todo se tornó terrible: Anubis y su ejército asecharon contra el pueblo,  todo el mundo corría dentro del pueblo. El ejército de Anubis, malignos monstruos con cuerpo de humano y cabeza de canino con miradas también malignas, destruían todo a su paso: cabañas en llamas, gente desgarrada y muertos a cada paso que daban. Anubis avanzaba lentamente y con una mirada fija hacia la Esfinge.  Ella despertó e invocó cada uno de los poderes de los dioses y un gran ejercito que ningún humano hubiera podido  imaginar, su poder; aun así la Esfinge estaba debilitada. Ningún humano le daba su apoyo.
Rápidamente la Esfinge y Anubis comenzaron a pelear; sus poderes eran inmensos, cada vez que alguno atacaba, por causa de sus poderes se producían resplandores y la Tierra se desgarraba. Pero aun así la Esfinge, cada vez que era atacada, por Anubis se debilitaba más.En un momento la Esfinge cayó rendida al piso por un golpe y en sus ojos se vio caer una lágrima; en ese momento todo el pueblo se quedó paralizado y la contempló.
Al notar esto, el pueblo tomó conciencia de lo que había dicho el anciano y todos empezaron a defenderse y comenzaron a pelear junto con la Esfinge.  Ella, al ver que el pueblo le daba su apoyo y confianza, y al ver también que luchaban junto a él, mostró una fuerza que jamás había demostrado y el ejército de los dioses comenzó a derrotar al ejército de Anubis con la ayuda del pueblo. Cada golpe que recibía Anubis era una fuerza devastadora; por esto se debilitaba más y más hasta que por un golpe de la Esfinge, se rindieron él y su ejército. Así Anubis y su ejército fueron enterrados en su tumba que nunca debió haber sido abierta.
Aun hoy el pueblo vive eternamente, feliz, bajo el cuidado de la Esfinge.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Té de especias (Camila González, 5to. Cp. I)

En la habitación del fondo de una casa no muy lejana de un templo religioso, se encontraba una mandrágora, que no presentaba las mejores condiciones. La mucama de la casa se dirigió a  la última habitación, en la cual encontró la mandrágora, la que aún no estaba curada para ser utilizada como medicina.
La empleada la usó como especias para un té casero, el cual guardó para curar de gripe a la dueña de la casa. Ese té no había sido más que un estupefaciente sin ningún fin curativo, aunque al beber de esa sustancia, empezó a recordar todo lo que había olvidado de su oscuro pasado: su familia había pertenecido a una secta griega, en la que adoraban al demonio de la destrucción. La esfinge griega con rostro de mujer, cuerpo de león y alas de ave  perturbaba su mente, era el símbolo de adoración en la secta.
Se desvaneció por completo al visualizar en su mente perdida esos acontecimientos.
A la mañana del día siguiente, Juana, la señora de la casa, se había levantado muy confundida, sin poder pensar en otra cosa más que en esas visiones interminables que había; a partir de eso, muchas dudas se creaban en su mente, quería informarse más sobre sus antepasados.
 Salió de su casa para despejarse un momento, cuando desde un templo religioso muy cerca de allí se escucharon gritos desesperados que provenían de una mujer. Juana, ansiosa, se acercó al templo para ver lo que había ocurrido. Al ingresar, sintió que se ahogaba, no podría ver ni oír nada. Sintió que un ser extraño la tomaba de la mano y  acogedoras sombras la rodeaban. Jamás había sentido un placer igual, en los susurros se oía decir “Lilith”.
Al poco tiempo, encontró, oculto en un viejo cuarto de la casa, un libro con  los secretos de las sectas pertenecientes  a sus antepasados. Ese libro tenía como mandato sacrificar a una mujer para reencarnase en Lilith, un ente maléfico de la oscuridad de aspecto tenebroso.
Juana comprendió lo que había sucedido en el templo; algo le dijo que en su interior había perdido toda su armonía, que algo nuevo iba a venir. Así,  inmediatamente fue al templo y sintió un gran escalofrió al entrar en ese lugar; fue tanto su estremecimiento que ni siquiera podía mantenerse en pie. Fue así que Juana se cayó al suelo y, sin poder levantarse, sus ojos se cerraron, su cuerpo vacío perdió fuerza, la oscuridad y el frió lo llenaron por siempre, al susurrar: - Yo soy la deseada por Lucifer y rechazada del paraíso, soy Lilith, la dulce Lilith.

           

viernes, 9 de septiembre de 2011

Amor en el Bosque de los Cien Acres (Alfredo Saldaña, 5to. Cp. I)

           Samantha, era la Mandrágora más bella de todo el jardín. Su belleza particular y los relieves de sus ramas opacaban a las demás y las entristecía al punto del llanto (un llanto totalmente insoportable, agudo chillido que sólo aturdía y generaba mal humor).
            Samantha se destacaba además por ser diferente, era la única mandrágora que no lloraba ni gritaba… ella vivía feliz y sonriente, tan así, que sólo lograba despertar envidia entre las demás.
            Pero todas sabían que ella no podía ser así para siempre (no se puede ser feliz eternamente); sin embargo, parecía que no tenía problemas, a todo le veía el lado bueno, todo era positivo, colorido. Lo que nunca nadie supo era que Samantha tenía un solo y único problema: nunca se había enamorado, desconocía el amor, ese sentimiento que llamaban el más hermoso, el más especial.
            Un día, cuando nadie se esperaba la llegada de una nueva mandrágora, surgió algo realmente inesperado. El día estaba oscuro, gris, llovía, no había más que lluvia y todas las mandrágoras refugiadas en su rebaño, aburridas de ver llover. De repente, a la velocidad de un parpadeo, una nueva mandrágora había llegado al Jardín “Los Cien Acres”, una muy especial, ya que era de sexo masculino. Todas las mandrágoras habían quedado impactadas ante tal belleza, todos los ojos apuntaban hacia él, no existían otras direcciones. Pero los ojos de este nuevo ser tenían un brillo especial y apuntaban a una sola mandrágora, a Samantha.
            Fue un encuentro de amor a primera vista. Al quedar tan enamorados uno del otro, decidieron irse del jardín, solos, juntos… escapar para poder comenzar a formar una bella historia de amor.
            A partir de ese día, el jardín no era el mismo, le faltaba alegría, magia, color…
            Fue así que se tornó gris, triste, monótono y hasta aburrido; nada ocurría más que los gritos y los enojos entre las mandrágoras. Esto se repitió durante varios años y, llegado el 10 de septiembre de 1790, ocurrió el regreso menos esperado: Samantha.
            Volvió con una familia hecha, con una hermosa y numerosa familia, y las cosas volvieron a ser como antes y aún mejor, volvió a reinar la alegría, la paz y la felicidad. Desde ese día, las actitudes de las otras mandrágoras cambiaron, mejoraron y nunca más volvieron a gritar ni a llorar y así todos vivieron felices por siempre (o así ellos lo creyeron…).

lunes, 5 de septiembre de 2011

Un local muy misterioso (Maximiliano Gómez, 5to. Cp. II)

A pesar de ser un verano muy bueno para el crecimiento de cultivos y plantas, en el jardín de la casa no se podía apreciar la más mínima señal de vegetación, era un suelo seco y muy infértil.
Era una mañana de mucho calor. La dueña de la casa preparaba el desayuno, mientras su marido despertaba a los chicos. La pareja tenía tres hijos Juan, el más grande de 10 años, y sus dos hermanos gemelos, Federico e Iván de 5. A pesar de su corta edad, Federico era un chico tranquilo y bueno (todo lo contrario de su hermano Iván, quien era un chico demasiado inquieto, fanático de los dibujos animados.)
 Como todos los sábados, la familia desayunaba temprano para poder salir a hacer las compras semanales a la feria de su barrio.  Sin embargo, esa mañana en la feria ocurrió algo que nunca había pasado antes: Iván, el más pequeño de los hijos, se interesó en una estatua pequeña, con sombrero rojo, a la que comúnmente se llama “enanitos de jardín”, que se encontraba en uno de los puestos más alejados del parque, donde había objetos que el niño ni conocía y donde el señor que atendía parecía tener muchos años de edad  y misterio.
 Iván le dijo a sus padres que quería la estatua, pero al padre de la familia no le gustaba mucho la idea de comprar un objeto tan extraño en un local de la feria que jamás había visto antes; el niño, ante la negativa, empezó a llorar gritando desaforadamente que quería esa estatua. Los padres se sorprendieron, porque no sabían cuál era la razón y tampoco por qué le daba tanta importancia a ese objeto. Sin embargo, la llevaron igualmente para complacerlo.
Luego de salir de la feria, se dirigieron a su hogar;a allí vieron que no tenían dónde colocarlo. A pesar de no saberlo, el niño decidió ponerlo en el patio,  justo al lado de la puerta de entrada sobre el pasto quemado de su jardín. Esa misma noche ocurrieron cosas inimaginables.
Al levantarse esa mañana para llevar a los chicos al colegio, Rosa salió a revisar el buzón como todas los días y se sorprendió al ver allí los cambios: la entrada de la casa estaba cubierta de hermosas flores; el pasto que antes era amarillo quemado, había quedado totalmente transformado en un tono verde; las plantas y enredaderas trepaban sobre la reja de entrada; las semillas que había tirado Rosa años atrás, y no habían dado ni flores ni frutos, habían  florecido de la noche a la mañana. Era algo impresionante, ella rápidamente llamó al resto de la familia para mostrarles lo que había sucedido en su jardín.  
Al ver los cambios, todos se sorprendieron; sin embargo, algo se les había olvidado: Iván, al darse cuenta de la ausencia de su estatua, empezó a preguntar enfurecidamente dónde estaba. Nadie supo responder a su pregunta, todos la  habían visto por última vez cuando el niño había decidido colocarla al lado de la puerta, pero en ese lugar ya no estaba la estatua; solo había pasto crecido y algunas plantas de colores.
Luego de varias horas de búsqueda, decidieron dar la estatua por pérdida y volver a entrar a la casa; esto hizo que Iván se entristeciera, ya que se había obsesionado con la estatua desde el primer momento en que la vio. El padre al verlo así le dijo que le compraría otra para que levantara su ánimo y así fue: el sábado, como de costumbre, salieron a comprar, recorrieron casi toda la feria buscando aquel local extraño y allí estaba: era el más alejado, el último de todos.
Al entrar, quedaron totalmente sorprendidos al ver que el enanito de jardín que Iván había comprado una semana atrás estaba posado en la copa de un arbolito que había dentro del local. El padre lo tomó para llevárselo; lo que sucedió después fue aún más sorprendente: el arbolito en el que el enano estaba posado disminuyó su tamaño hasta quedar convertido en unas pocas semillas. Iván y su padre intercambiaron miradas como preguntándose qué había ocurrido, y fue ahí cuando el dueño del misterioso local les explicó a los dos que aquel ser no era un simple enano de jardín, sino que era un gnomo de jardín, quien tenía como tarea arreglar los jardines, hacer crecer los cultivos y regresar a su lugar de origen para que cuando alguien lo volviera a necesitar, estuviera allí.
 Así, Iván comprendió cuál era el deber de la estatua, lo cual hizo que no se sintiera mal. Tomó de la mano a su padre y juntos volvieron a su casa, a disfrutar de su hermoso jardín.