domingo, 18 de septiembre de 2011

El peor enemigo del general (Marcelo Manzano, 5to. Cp. I)


Egipto, año 30 A.C.

En plena conquista de Roma sobre Egipto, Cleopatiro, un sacerdote muy allegado a Cleopatra y Marco Antonio, tenía 15 discípulos, entre quienes se contaba Cayoco, un joven aprendiz muy interesado por la religión de su pueblo. Este joven tenía tan solo 19 años. Además de estar muy interesado por la religión, era también muy aguerrido y estaba dispuesto a correr cualquier riesgo por defender a su querido pueblo.
En esos tiempos, se decía que el primer soldado enemigo que realmente le hiciera daño a Egipto, estaría condenado a una lucha con la esfinge, el demonio con cuerpo de león, cabeza de mujer y alas de ave: era una muerte casi segura para el enemigo.
 El primer enemigo en llegar al pueblo fue el general Joseph, junto a su ejército de cinco mil hombres que ingreso a la gran ciudad. Esa misma noche, el sacerdote lo envió a Cayoco para acompañar a los militares egipcios en la dura batalla; dura, violenta e interminable batalla que transcurrió durante tres días. Entretanto, los romanos habían ocupado gran parte de la ciudad y tenían prácticamente acorralados a los egipcios.
En el segundo día, Cayoco quiso desafiar al general Joseph; aquel sabía que aunque  Joseph muriera en la pelea, estaría destinado a la batalla contra                    la esfinge. Por esto, el sacerdote Cleopatiro estuvo de acuerdo con la decisión de su joven discípulo.
Comenzó la batalla: Joseph estaba muy seguro de ganar la pelea y fue mas fácil de lo que  pensaba; luego de cinco golpes certeros pudo matar a Cayoco rápidamente, pero lo que el gran general romano no sabía era que  su nuevo destino, el próximo, era la batalla contra la esfinge.
Luego del cuarto día, Joseph se despertó en el medio del desierto, solo con una espada en su mano izquierda. En frente suyo se encontraba el demonio, la esfinge. En el momento en que el general pudo ver a este demonio, tomó su espada con las dos manos, corrió hacia la esfinge y le clavó la espada en una pata.
 El demonio dio un grito tremendo, como si los rayos cayeran del cielo, pero no fue derribada. El general le sacó la espada de la pata; a pesar de que se movía alrededor del demonio con mucha agilidad, las heridas que le causaba a la esfinge no parecían hacerle daño y, luego de que el general se cansara por tan dura batalla, la esfinge le pegó con la pata y el gran general romano voló unos diez metros. Minutos más tarde, el demonio se acercó hasta el general que estaba en el piso, con todos los huesos rotos, y le clavó nuevamente su espada, pero esta vez en el medio del pecho.
De esta forma los soldados al enterarse de la violenta muerte del general, huyeron inmediatamente de la ciudad y la dejaron abandonada por algunos meses, hasta que volvieron con un ejército mucho más grande que cinco mil hombres y de esta forma conquistaron  a Egipto.

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