"Hace millones de años en una tribu lejana nació un niño: sus padres decidieron llamarlo Quebracho."
El paisaje del lugar donde vivian era triste y todos sus habitantes vivian bajo los fuertes rayos del sol. Los indios morían de insolación; el agua era escasa; la vegetación no existía y los animales no lograban sobrevivír. Sin embargo, Quebracho crecía fuerte y sano día a día; nadie podia entender como sucedía ya que todos allí, tarde o temprano, morían desnutridos. Lo que sucedía era que, a escondidas, Quebracho se alimentaba su de tierra y agua.
Un día su madre fue a despertarlo y vio que los dedos de los pies y de las manos de su hijo habían crecido de una forma impresionante. Rápidamente fueron en busca de la arpía, quien era la hechicera del lugar. A pesar de su esfuerzo, no pudo encontrar la fórmula para que el niño volviera a la normalidad: pasaron días y, según lo que decía la arpía, el niño empeoraba.
Un día su madre fue a despertarlo y vio que los dedos de los pies y de las manos de su hijo habían crecido de una forma impresionante. Rápidamente fueron en busca de la arpía, quien era la hechicera del lugar. A pesar de su esfuerzo, no pudo encontrar la fórmula para que el niño volviera a la normalidad: pasaron días y, según lo que decía la arpía, el niño empeoraba.
Sin embargo, un día Quebracho salió a caminar por el pueblo junto a su madre y, a medida que caminaban, su pelo comenzó a caer sobre la tierra e inmediatamente desapareció sumergiéndose en ella.
Esa misma noche, Quebracho salió nuevamente de su casa, pero nunca nadie volvió a verlo. No obstante, al amanecer, toda la región estaba sembrada de verdes árboles: había uno más grande que los demás, el cual se encontraba en la puerta de su casa.
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